jueves, 21 de abril de 2016

Freud. Un viaje en las profundidades del yo - Marc Pepiol

Hasta Freud, la mayoría de los filósofos habían concebido la naturaleza humana en otros términos, cabe decir que mucho más halagüeños. Freud, armado de razones, se atrevió a poner en cuestión cerca de dos mil quinientos años de positiva reflexión antropológica. Como es sabido, la gran tradición filosófica de Occidente caracterizaba al hombre como «animal racional», esto es, como un ser dotado de un instrumento privilegiado, la razón, que lo hacía capaz de comprender la realidad y a sí mismo. 

Esta facultad racional era, sin duda, una capacidad al servicio de la verdad, bastaba con tener la precaución de dirigirla bien, con circunspección. Desde luego, había filósofos que valoraban de manera más o menos esperanzadora la posibilidad de lograr la ansiada meta de la verdad, pero, en cualquier caso, en ellos apenas flaqueó la confianza en que sería la razón la que marcaría los hitos más significativos de este largo camino hacia la verdad. 

La razón, según la mayor parte de los filósofos, tenía incluso potestad sobre la voluntad y el deseo, de tal manera que todo hombre podía dirigir libremente sus acciones hacia el fin que considerase más conveniente. La libertad humana era un hecho prácticamente incuestionable. 

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